En el camino hacia el futuro de mis dias...

Acabo de dejar atras Curanilahue

Ahora viene la recta

esa que, entre bosques de pino y cerros

me indica que voy de vuelta a casa.

Solo que esta vez,

y con lágrimas en los ojos

sé que no volveré...

Desde el incendio de la casa de Cerro Alto, hace un año ya, los días de mi amistad con Romina, sin saberlo, estaban contados... y su forma de trabajar conmigo cada vez más descuidada me fueron preparando el camino para abandonar la región, aquella que tantas alegrías y las penas más hondas me había traído, ahí donde trabajé a gusto por primera vez, donde aprendí a tener conciencia de que con mi trabajo, tambien podía servir a los demás...
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Yo sabia que algún día me cansaría de viajar todos los fines de semana a trabajar a ese pueblo, que me cansaría de la humedad y del frío, del barrial en invierno y tierral en verano... pero nunca imaginé que me iría porque una vez más me iban a traicionar...
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En una pequeña casita vivía cada fin de semana, ya que ahí tenía mi instalada una pequeña consulta dental y a ella, al tener problemas con su familia, la invite a vivir gratis para que me cuidara los muebles y fuera mi asistente, cual no sería mi sorpresa cuando luego de más de 4 años juntas dejó todo botado para irse detras de un santiaguino, que le habra ofrecido el cielo y que, segun supe, la tiene trabajando de nana en una casa del barrio alto...
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LLorar de rabia por esa malagradecida me sirvió para que el enojo se me acabara y acabé comprendiendo que la falta de educación y oportunidades lleva a algunas mujeres a cometer esos errores, entre los cuales el dejar casa y trabajo seguro conmigo no eran nada, al lado de dejar a su hija de 6 años botada en el pueblito que la vio nacer...
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Solo ahí entendí que yo tampoco tenía nada más que hacer en ese lugar y que sería mejor para mi volver a tener fines de semana libres para poder descansar y dejar el stress que me significa viajar sobretodo en inviernos lluviosos.
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Y comence a preparar la partida...
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Gracias a Dios, que siempre pone ayuda en mi camino, mi secretaria de Conce se ofrecio para viajar cada fin de semana conmigo y ayudarme con los quehaceres y pacientes, y así fui dando de alta uno a uno, y a trasladar de a poquito mis cosas...
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Aun así tuvimos lindos días, una tarde fuimos a Cañete, otra fuimos a la playa de Lebu, comiamos cosas ricas y nos reiamos de todo sobre todo cuando nos tocaba venirnos a pie en el bus de vuelta, sin contar la cábala: comer helado de frutilla de esos de 50 pesos al volver, aunque estuviera cayendo la "helá".
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Pero no hay plazo que no se cumpla...
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Los dos últimos fines de semana tenía poquitos pacientes y, al tener más tiempo, fue dedicado a las despedidas, recibí muchos regalos, comestibles en su mayoría y grandes muestras de afecto que hicieron flaquear más de una vez mis ganas de dejar el lugar...
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Cuando llegó esa última tarde de trabajo incluso me invitaron a almorzar y tuve la oportunidad de ver el pueblo de Los Alamos en su plenitud, por última vez...
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Pense que iba a llorar y estuve todo el día esperando que eso ocurriera , sin embargo, nada pasó, pero cuando llegó el momento de atender al último paciente, los pasos de esa pequeña restauración tomaron solemnidad de ritual, desde la anestesia hasta el pulido final, con el corazón apretado de angustia porque sabía que la turbina ya no sonaría nunca más en aquel lugar...
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Cuando me despedí de la señora Vivi le dije que tenía el honor de ser la última paciente en mi consultita, pero la pena se quedo atrapada en la garganta y como las lágrimas no hicieron ningun esfuerzo por salir, una sonrisa y un apretado abrazo aparecieron por el lugar...
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Luego a embalar las cosas...
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Pense que ahí llegaría el esperado momento... pero no...
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Gina y yo solo ibamos a llevarnos las pequeñas cosas, el equipamiento dental y todo lo demás sería retirado por un camión al dia siguiente... bueno todo, excepto mi famosa cama de la que algunos ya han oido hablar... esa era demasiado valiosa para que torpes brazos la cargaran , esa la iria a buscar mi papá y yo el siguiente fin de semana ...
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Pensé que al cerrar la puerta llegaría el preciado momento de las lágrimas, pero nada ocurrió... así es que para cumplir el ritual fui a comprar el helado de 50 pesos y oh!!! por primera vez en estos 7 años no habia helado de frutilla... solo de piña... sería porque era la última vez? Lo compre igual pensando que iba a llorar... pero no..
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Mientras caminaba hacia el bus mire hacia atras, hacia la casa, el negocio de al lado, el cuerpo de bomberos, la calle, esperando que la nostalgia apareciera ... pero no...
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Sería tal vez porque igual tenía que volver a la semana siguiente?
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Ahí esperando el bus, me relajé un rato, aprecié el viento helado en mi cara y luego busqué mi gorro de lana y mis guantes...a lo lejos venía el bus...
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Al subir, como de costumbre salude al chofer y en ese momento, el menos esperado, se me llenaron los ojos de lagrimas... nunca más volvería a subirme a esos destartalados buses Jota Ewert , que ya se me hacian tan familiares con toda su flota de choferes y auxiliares cargando mi maleta negra ...
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Me sente pero aún las lagrimas se rehusaron a caer y Gina me dirigió la más burlona de sus sonrisas con un : - No se vaya a poner a llorar ahora ...
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La semana transcurrio con su inusual ajetreo y el stress de fin de semestre que pone mis pelos de punta , pero no se porque estuve más suceptible a todo ello que años anteriores... hasta que llego el momento...
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El domimgo pasado fuimos a buscar mi preciada cama a Cerro Alto, nos fuimos muy temprano y el día estaba precioso pero la onda polar tenía las calles congeladas, por lo que vimos más de un choque, y oh! milagro, mi papa se fue lentito, como si quisiera que yo absorbiera milimetro a milimetro el paisaje de ese camino de dos horas que ya me sabia de memoria...
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Llegamos y rapidamente cargamos, en eso sonó la campana de la Iglesia y miré hacia el frente, la señora Eduviges, que hace las veces de monaguillo, tocaba la campana llamando a misa, le hice señas, mas aun no comprendo porque no cruce la calle y me despedí de ella como corresponde...

Antes de cerrar la puerta por última vez mire esas habitaciones y mi propia pieza ... ese lugar tenía todas mis energías... y sentí que era un lugar cargado de amor... de mucho amor...

Entregué las llaves al dueño y salude a la nueva arrendataria, una señora de Talca que no sé que fue a hacer a ese pueblo, -ojala que se acostumbre- le dije, y se puso a llorar, ahí comprendí que no, yo no lo había hecho en casi 7 años, pero venía siguiendo a su hija que se iba a casar con un alameño...
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Me subí al auto y partimos , entonces, suspiré aliviada,
- se acabo- pensé - y ya sé porque no me dió pena, es un ciclo cerrado y el futuro inmmediato viene muy apresurado, en unos dias más estaré en el país galo jugando a spider man con el heredero de mis ojos pillos y luego en algo más de un mes volveré a mis actividades academicas pero ya no sere tan bruja como antes ...
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Por una extraña razón tenía la sensación de que algún día volvería pero deseché de inmediato la idea...
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Por el camino de vuelta pude constatar que el sol de mediodía estaba derritiendo los hielos de la carretera, mas no el que cubría los pinos y las hierbas...
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Y solo allí, pasado Curanilahue, justo cuando viene una recta,

mire completamente hacia el lado para que no me viera mi papá

y me puse a llorar...

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Adios Cerro Alto...

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Gracias...